Por Vanina Lombardi
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Agencia TSS — Desde el año 2000, la producción mundial de mandioca —un tubérculo similar a la papa y la batata también conocido como yuca— se ha incrementado en un 60%, según datos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). En la Argentina, se cultiva en las provincias del nordeste argentino (NEA): Chaco, Corrientes, Formosa y Misiones. En general, lo hacen pequeños productores que la utilizan como alimentación para la familia y los animales, ya que además de ser una fuente importante de hidratos de carbono, junto con sus hojas y ramas provee un forraje económico y muy valioso.
La superficie implantada en el NEA alcanza unas 40.000 hectáreas según el INTA, la mayoría en la provincia de Misiones, principal productora de mandioca del país, que alcanza el 70% de la producción a nivel nacional y destina alrededor del 25% de lo que produce a la industria para obtener fécula (cuya demanda proviene de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Mendoza).
Para potenciar la producción de esta hortaliza, desde el año 2014 funciona el Clúster de la Mandioca Misionera, que busca desarrollar la producción de la materia prima con asesoramiento técnico, implementar tecnología en campo, analizar mejoras genéticas, acercar al productor a las cooperativas e industrias y abrirles nuevos mercados.
Esta iniciativa cuenta con el apoyo de diversas instituciones, como los ministerios provinciales de Industria y del Agro y la Producción, el INTA, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), el Profesorado de Ciencias Agrarias y Protección Ambiental (PROCAYPA), la Universidad Nacional de Misiones (UNAM) y de Buenos Aires (UBA), y la Unidad para el Cambio Rural (UCAR), dependiente del Ministerio de Agroindustria de la Nación, a través de la cual, por ejemplo, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) otorgó casi 4,2 millones pesos desde 2015 para el desarrollo de seis proyectos que buscan mejorar la competitividad de los productores de mandioca en Misiones.
“Desarrollamos un trabajo interdisciplinario con las facultades de Filosofía y Letras, Ciencias Exactas e Ingeniería —todas de la UBA—, un proyecto tiene que ver con el aprovechamiento de un rezago de la cadena de valor de mandioca para producir harina y otro de desarrollo de bioplásticos con esta raíz”, detalla Alejandro Romero, representante de UCAR, y aclara que ambos desarrollos son posibles gracias a un financiamiento específico del programa de Cooperativismo y Economía Social del Ministerio de Educación y del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES).
“Hoy somos uno de los pocos productores primarios que se sientan en la mesa nacional de biomateriales a negociar, y sostenemos que un agregado de valor nos llevaría a mejorar el ingreso de los productores familiares que forman el clúster”, destaca Romero, y explica que está integrado por 3.200 productores primarios (de los cuales 700 están asociados a cooperativas, otros tantos proveen a industrias privadas y los restantes producen para el autoconsumo y para vender a los denominados “bolseros”, que llevan el producto fresco al mercado, en general de la Ciudad de Buenos Aires, el principal centro de consumo de mandioca). Están distribuidos en cinco cooperativas y siete industrias privadas no cooperativizadas, que en total cuentan con alrededor de 30.000 hectáreas cultivables (que se cultivan de acuerdo con la demanda y el ciclo de producción de esta hortaliza, que es de 18 meses).